¿Es malo ser bueno?
Parece un juego de palabras, pero no, con este libro vamos a identificar una "buena bondad" y sobre todo vamos a hacer una autopsia a la "mala bondad". Algo muy necesario que necesitamos llevar a cabo de la manera más acertada para poder purificar nuestras intenciones y sobre todo no hacernos daño ni hacer daño a los demás.
¡Vamos adelante!
Ficha técnica del libro
- Título: El problema de ser demasiado bueno
- Autor: Xavier Guix
- Editorial: Plataforma Editorial
- Año de publicación: 2008 (reediciones posteriores)
- Colección: Plataforma Actual
- Páginas: 240 aprox.
- ISBN: 978-84-96981-31-0
- Género: Desarrollo personal / Psicología / Crecimiento emocional
Sinopsis
¿Ser bueno es bueno? Sí. ¿Ser demasiado bueno… también? Ahí empieza el problema.
Xavier Guix explora en este libro una idea tan incómoda como cotidiana: la mala bondad. Esa tendencia a decir sí cuando quieres decir no, a evitar el conflicto a cualquier precio, a ser imprescindible para todos salvo para ti mismo. Una bondad que, lejos de humanizarte, te desgasta, te convierte en sombra y te impide crecer.
Con un lenguaje accesible, ejemplos cercanos y una sólida base psicológica, Guix muestra cómo muchas formas de “ser buenos” nacen del miedo: miedo al rechazo, a la crítica, a perder el cariño o la pertenencia. Y cómo ese miedo nos lleva a relaciones desiguales, estilos de comunicación fallidos y vidas donde el sacrificio se confunde con virtud.
Pero el libro no se queda en la diagnosis. Propone un camino para recuperar una bondad sana —madura, libre, responsable— que nace de la autenticidad y no del miedo. Una bondad que no implica ser perfecto, ni salvar a nadie, ni complacer al mundo. Una bondad que sabe poner límites, escuchar necesidades reales y asumir que amarse y respetarse son actos profundamente éticos.
El problema de ser demasiado bueno es una invitación a desmontar viejos guiones, reconciliarse con uno mismo y aprender a relacionarse de manera adulta. Una lectura imprescindible para quienes trabajan con personas, educan, acompañan… o simplemente desean vivir con más libertad interior.
Mi reflexión
Hay libros que te leen ellos a ti más que tú a ellos. Los abres con la esperanza de aprender algo sobre “cómo mejorar”, y acabas descubriendo que no solo te están hablando… te están señalando con el dedo. Y, por si fuera poco, sonríen mientras lo hacen.
Este ha sido mi viaje con El problema de ser demasiado bueno, de Xavier Guix.
Lo empecé pensando: “Bueno, seguro que habla de esas personas tan encantadoras que siempre dicen que sí”. Y a los dos capítulos ya estaba buscando un espejo, bajando la cabeza y murmurando: “Ah, que va de mí”.
El título promete una cosa, pero el contenido te entrega otra mejor: una radiografía del buenismo, ese síndrome tan extendido en la escuela, en la vida y —vamos a admitirlo— en algunos despachos cuyo timbre reza ‘Dirección’.
Porque sí, hay un tipo de bondad que es maravillosa, robusta y transformadora. Pero hay otra, la que Guix llama “mala bondad”, que es peligrosa: aparenta generosidad, pero nace del miedo; parece entrega, pero es renuncia; suena a virtud, pero es huida.
Y en un colegio eso es dinamita emocional.
Algunas ideas que me han hecho pensar
1. La mala bondad: un lobo con piel de cordero… y sonrisa amable
Guix afirma que muchas personas “buenas” actúan desde el temor a no ser queridas. Y aquí es donde el libro empieza a doler.
Porque todos conocemos (o somos) esa persona que dice sí a todo para no incomodar: Sí a quedarte una guardia, sí a la tutoría extra, sí a rehacer la programación por tercera vez, sí a escuchar a una familia en plena efervescencia emocional… aunque por dentro estés gritando: “¡No puedo más!”. En la labor de directivo que llevo un tiempo desempeñando, además tienes que tener cuidado porque la memoria se queda con tus salidas de tono y no tus aciertos en la mayoría de los casos.
La biología del buenismo es simple: cuando dices sí por miedo, dices no a tu responsabilidad. Y en un colegio, eso se multiplica.
La mala bondad es cómoda, pero es injusta: crea desigualdad, desgasta, infantiliza a quien tienes delante y te vacía por dentro. Es un trato injusto camuflado de amabilidad.
2. Ayudar no siempre ayuda: el arte de acompañar sin salvar
Guix subraya algo que en educación deberíamos tatuarnos (con tinta de muchos colores, que estamos en un cole): Ayudar no es sinónimo de solucionar. Acompañar no es sinónimo de rescatar.
- Cuando un profesor hace el trabajo emocional que le corresponde a un alumno, lo debilita.
- Cuando un director evita decirle a un docente que ha de mejorar porque “pobrecito, bastante tiene”, lo deja estancado.
- Cuando una familia exige que el centro resuelva lo que ellos no han abordado en casa, y decimos que sí… estamos sosteniendo un castillo de arena con un colador.
Salvar desgasta. Acompañar fortalece. Y distinguirlo es la diferencia entre quemarte y crecer.
3. Límites: la vitamina olvidada de la buena bondad
La mala bondad evita límites porque teme el conflicto. La buena bondad los pone porque ama de verdad.
En un colegio, los límites no son muros: son barandillas. Son esas líneas que nos ayudan a caminar sin despeñarnos por la montaña rusa del curso escolar.
- Un director sin límites está perdido.
- Un profesor sin límites se quema.
- Un alumno sin límites sufre más que nadie.
La buena bondad no cede ante el miedo: habla claro, con respeto y firmeza.
4. La verdad como acto de servicio (aunque incomode)
Guix dice: “Si no dices lo que hay que decir, no esperes que nadie más lo haga”. Touché. Las conversaciones incómodas son parte del salario emocional del liderazgo educativo.
Cuando evitamos decir:
- “Esta práctica no está funcionando”
- “Necesitas mejorar esto para estar alineado con el proyecto”
- “Lo que estás viviendo en clase requiere que lo abordes de otra forma”
Lo que realmente estamos diciendo es: “Prefiero mi comodidad a tu crecimiento”.
La bondad adulta no adorna la verdad, la acompaña. La bondad infantil la oculta… y tarde o temprano explota.
5. No eres Atlas: deja de cargar el mundo
La falsa bondad te empuja a querer resolverlo todo. Todo. TO-DO. Pero asumir todos los problemas del colegio no es noble, es imprudente. Y educar desde el agotamiento no es heroísmo, es descuido.
Guix recuerda algo crucial: la responsabilidad no es absorberlo todo, sino discernir qué te pertenece y qué no. Esto debería estar bordado en punto de cruz en todos los despachos de dirección.
6. La buena bondad cuida tu energía para cuidar a otros
La mala bondad se alimenta de un combustible: tu cansancio. La buena bondad nace de la libertad interior.
- Un líder exhausto empieza a ser injusto sin quererlo: pierde claridad, ecuanimidad, criterio y presencia.
- Un profesor quemado deja de ver al alumno, solo ve el ruido.
- Una familia desbordada deja de confiar, empieza a exigir.
Cuidarnos —como personas y educadores— no es egoísmo: es responsabilidad institucional.
7. Educar desde la bondad verdadera construye cultura
La buena bondad genera direcciones autónomas, equipos sólidos, aulas sanas y relaciones intergeneracionales más equilibradas.
La mala bondad genera caos, favoritismos, silencios incómodos y una sensación generalizada de “aquí todo vale mientras no moleste”.
Guix nos recuerda que la bondad auténtica no es blanda: es justa. Y la justicia, cuando se hace con amor, ordena.
8. La pregunta final que el libro deja sobrevolando: ¿qué tipo de bondad estás practicando?
Después de leer El problema de ser demasiado bueno, uno no puede seguir igual. Miras tu agenda, tus decisiones, tus silencios, tus síes y tus noes… y se vuelve evidente que hay mucho por revisar. No para sentirse culpable, sino para vivir y educar desde un lugar más libre, más maduro y más verdadero.
En un colegio, quizá la pregunta más urgente no sea: “¿Soy buen profesor? ¿Soy buen director?”; sino: “¿Estoy siendo bueno… o demasiado bueno? Y, sobre todo, ¿qué efecto tiene eso en los demás?”.
Porque educar es un acto de amor.Pero un amor con límites, con palabra, con claridad y con responsabilidad compartida.
En formato visual, lo que he publicado en Instagram:
Te dejo aquí las imágenes que he subido a Instagram por si te es más fácil de asimilar.
Espero que nos sirva.
Jesús M. Gallardo Nieto











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