2 de noviembre de 2012

Domingo XXXI del Tiempo Ordinario - 4 noviembre de 2012


LECTURA DEL SANTO EVANGELIO SEGÚN SAN MARCOS 12, 28b-34
En aquel tiempo, un escriba se acercó a Jesús y le preguntó: ¿Qué mandamiento es el primero de todos? Respondió Jesús: El primero es: “Escucha, Israel, el Señor nuestro Dios es el único Señor: amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma, con toda tu mente, con todo tu ser”. El segundo es este: “Amarás a tu prójimo como a ti mismo”. No hay mandamientos mayores que éstos. Él replicó: Muy bien, Maestro, tienes razón cuando dices que el Señor es uno solo y no hay otro fuera de él; y que amarlo con todo el corazón, con todo el entendimiento y con todo el ser y amar al prójimo como a uno mismo vale más que todos los holocaustos y sacrificios. Jesús viendo que había respondido sensatamente le dijo: No estás lejos del Reino de Dios. Y nadie se atrevió a hacerle más preguntas.
Palabra del Señor
Comentario Bíblico
El Evangelio para este domingo, está muy bien construido sobre la actualización que Jesús hace de la primera lectura también propuesta para este domingo, la del Deuteronomio. Los Católicos no somos judíos, ni queremos serlo, por eso Jesús se permite interpretar, actualizar y proponer su propia enseñanza basada en el la Antigua Ley, pero con el estilo cristiano. 

Cuando el escriba, experto en la Palabra de Dios, se acerca a Jesús para preguntar por el mandamiento más importante, se hace eco de una de las discusiones típicas de los maestros de la ley judíos, descubrir qué es lo más importante en lo mandado por Dios para cumplirlo. La fe del cumploymiento que tranquiliza conciencias pero no cambia el mundo. Buscar qué es lo mandado para ser fiel a ese precepto de que "el que obedece no se equivoca", es más fácil que andar rompiéndose la cabeza para ver qué hacer en cada situación y descubrir con la propia libertad cómo vivir el amor de Dios. 

En este afán de legislar todo para no equivocarse ante un Dios que aparece más como juez que como Padre y que nos han metido hasta la médula, llegaron a descomponer los 10 mandamientos que les entregó Moisés, en más de 600, que estipulaban qué era pecado y qué no lo era, cosas tan rocambolescas como andar un número determinado de pasos en sábado, para evitar saltarse el descanso sagrado. 

La pregunta es una pregunta trampa, pero Jesús responde de modo curioso, sobre todo, sabiendo que el que escucha es un experto en la Palabra de Dios. Jesús cita, textualmente el Deuternomio 6,4-5, texto con el que se empieza la oración Judía y que todo judío piadoso repetía tres veces al día al comienzo de las oraciones, es el "Shemá". Y precisamente habla de amar a Dios y cómo "con todo el corazón, con toda el alma, con todas las fuerzas". 

Esto dejaría satisfecho a cualquier escriba y a cualquier rabino, porque era "lo esperado", pero Jesús siempre sorprende y va más allá y añade un mandamiento más humano, más cercano, que además sitúa a la misma altura que el anterior: amar al prójimo y de refilón, amarte a ti mismo. Son los tres amores más importantes: a Dios, al prójimo (sea amigo o enemigo) y a ti mismo. Es la misma esencia del cristianismo: no tienen sentido por sí mismos, sino en relación... ¡No se puede amar a Dios, si no amas al prójimo que tienes al lado! (cf. 1Jn 4, 1ss). Y tampoco, desde una psicología adecuada, se puede amar correctamente a los demás si no tenemos una correcta autoestima, si no nos amamos correctamente. 

Esto desconcierta, ciertamente, porque es más fácil que nos digan qué hay que hacer, a que nos digan que el único mandamiento es el amor... ¡amar siempre es más difícil! Y sobre todo menos concreto, porque exige conocer para poder amar correctamente, exige buscar la manera de hacer el bien a la persona amada y no basta con amar a Dios solamente si no amamos a sus hijos. 

El escriba entiende perfectamente y cita a los profetas (Os 6,6) cuando comprende que es más importante amar desde dentro, desde el corazón que hacer sacrificios externos. Jesús aprueba la relación que hace y la actualización y se atreve a hacerle ver que no está lejos del Reino de Dios, que en el fondo consiste en ser libre para amar... ¿Y nosotros? ¿Estamos libres para amar? ¿Seremos capaces de introducirnos en el ámbito del amor y su exigencia de libertad y creatividad o preferimos una religión que nos diga lo que tienes que hacer y que no nos deje libres?

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