2 de noviembre de 2012

"No se han ido del todo..."

En el día de los difuntos...

En este día 2 de noviembre, la Iglesia tiene un recuerdo especial por todos nuestros familiares difuntos. En concreto lo llama el día de los fieles difuntos. 

Nuestro modo de celebrar este día es recordar en la oración, en la Eucaristía, a nuestros familiares que ahora, según nuestra fe están gozando ya del rostro del Padre. 

La verdad es que muchas veces pienso en esto, cuando un familiar o un amigo o un hijo de un amigo muere. Muchas veces, incluso en homilías escucho que esta muerte "era voluntad de Dios" y sinceramente, me rebelo contra esa imagen de Dios que parece más sádico que padre, que desea que muera alguien. Dios no es Dios de muertos, lo dice Jesús: "No es Dios de muertos porque para Él todos viven" (Lc 20,38). Dios es el Dios de la vida. ¿Pero cómo puede ser esto?

Me gusta recurrir a experiencias humanas para explicarme las experiencias divinas. Cuando pienso en mis abuelos o en mi mejor amigo, Darío que murió sin llegar a los 25, o en mi tía Fulgen, que murió hace muy poco... de alguna manera los revivo, parte de ellos no muere cuando están presentes en mi recuerdo: sus gestos, las aventuras compartidas, momentos duros y momentos muy alegres... De alguna manera en mi pobre corazón se da esa pequeña resurrección. 

En latín lo veo más claro: recordare= re+cord+dare; volver a dar el corazón. Y me pregunto ¿si mi pobre corazón es capaz de volver a "revivir" de esta manera a mis seres queridos, qué no pasara en el corazón inmenso de Dios? "Para Dios todos están vivos", eso me calma y me ayuda a entender que la muerte es solo un paso más que cada uno damos cuando nos toca, pero que en el corazón de Dios todos estamos vivos, Dios si que tiene el corazón lleno de nombres en el re-cord-dare de Dios vivimos, somos y existimos eternamente. Así entiendo que el mecanismo de la resurrección, se activa desde el amor que Dios nos tiene, por eso me reafirmo: sólo el amor es digno de fe. El amor inmenso de Dios nos da la vida eterna en el recuerdo perenne de su corazón sin límites. Es la clave de esta fiesta. 

Te invito a rezar por tus familiares y amigos difuntos, de una forma muy humana, recordando alguna anécdota, algún hecho que los mantenga vivos en tu recuerdo y agradece sus vidas, el regalo de su amor hecho vida que se compartió contigo de alguna manera. Es la mejor manera de colaborar en el proyecto de amor de Dios. 

Te dejo una canción que me encanta porque recoge precisamente esa idea de que no se han ido del todo cuando nosotros los recordamos o cuando nos hacemos conscientes de lo que han sembrado en nosotros y nos hace ser como somos ahora: 

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