28 de enero de 2013

Don Bosco y el Diablo

Vencer los miedos


En el nombre del Padre…

Breve ambientación: Buenos días a todos, después de este fin de semana reanudamos la etapa final de nuestro mes de Don  Bosco. Hoy los Buenos Días nos lanzan un interrogante: ¿Cómo podemos vencer nuestros miedos? Porque… ¿Tienes miedo a algo? ¿Qué es lo que te preocupa, lo que te hace temer? ¿Cómo haces para vencerlos? Un alumno de cuarto de la ESO de nuestro cole, ha cortado este vídeo que da una respuesta. Lo vemos juntos:

Para comprender mejor… 

Reflexión: Don Bosco, el diablo y vencer el miedo
A veces lo que nos da miedo, nos lo da simplemente por falta de conocimiento real de la cuestión en sí, o bien porque nos faltan datos, o porque los interpretamos erróneamente o porque es la primera vez que nos enfrentamos a ello. Si no “crecemos” como dice el personaje del vídeo y nos atrevemos a enfrentarnos a ello, jamás seremos capaces de vencer los miedos y siempre van a estar ahí. Don Bosco lo aprendió bien joven, porque una noche de otoño, le pasó esto:
El diablo en el desván
Una noche de otoño, está Juanito con su madre en casa de los abuelos. Es la hora de la cena. La numerosa familia está en derredor de la mesa, envuelta en una oscuridad, apenas rota por la luz de un candil. 
Cuando he aquí que se oye ruido sobre el techo. Una, dos, tres veces. Miran todos hacia arriba, sin apenas respirar. Una pausa silenciosa. Y de nuevo, en el desván, un rumor misterioso, seguido de un ruido que se arrastra sobre el suelo despacio, poco a poco. Las mujeres se santiguan, los niños se aprietan contra sus madres.  Una vieja empieza a contar con palabras circunspectas cómo, en tiempos pasados, se oían en el granero ruidos prolongados, gemidos, gritos espantosos. “Era el diablo. Y ahora ha vuelto”, murmuró santiguándose.  Juan rompió el silencio diciendo tranquilamente: Yo creo que es la una rata y no el diablo.
Le hacen callar por inoportuno. Y mientras tanto, suena un batacazo, se oye lento y quejumbroso arrastrarse. El desván de madera, a donde todos miran asustados, es un largo sotechado que sirve de granero.  Juanito rompe de nuevo el silencio, brinca sobre una silla y dice: Vamos a ver. Estás loco. Margarita, detenlo. ¡Con el diablo no se juega! Pero el muchacho ya está en pie, toma una linterna, la enciende, agarra un palo. Margarita le dice: ¿No sería mejor esperar hasta mañana? Mamá, ¿también usted tiene miedo? No. Vamos  a verlo juntos. 
Suben las escaleras de madera. Se les unen otros, alumbrando con linternas y blandiendo palos. Empuja Juan la puerta del desván, levanta la linterna para ver mejor. Y grita una mujer apurada: Allí, en aquel rincón... ¡mirad! Miran todos: un cesto de mimbre, boca abajo, se tambalea, se mueve, avanza. Juan da un paso adelante. ¡No! ¡Cuidado! ¡Es un cesto embrujado!  Lo agarra Juan con una mano y lo tira al aire. Una gallina gorda y desgreñada, allí prisionera, quién sabe desde cuánto tiempo, salta fuera como una bala de fusil, cacareando. 
En torno a Juan, ríen, ahora, todos como locos. El diablo era una gallina. Se ve que el ligero cesto estaba apoyado contra la pared en equilibrio inestable. Como quiera que, metidos entre los mimbres, debieron quedar algunos granos de trigo, había ido la gallina a picar y el cesto le cayó encima, dejándola prisionera. El pobre animal cansado de estar dentro y hambriento buscaba la forma de salir, arrastrando el cesto de un lado para otro, y el cesto iba golpeando otros objetos del desván, provocando los batacazos y el lento arrastrarse por el pavimento.

Oración
Ponemos el día en manos de María y le pedimos fuerza para enfrentarnos a nuestros miedos. Dios te salve, María...

María Auxiliadora de los Cristianos...

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