Vencer los miedos
En
el nombre del Padre…
Breve
ambientación: Buenos
días a todos, después de este fin de semana reanudamos la etapa final de
nuestro mes de Don Bosco. Hoy los Buenos
Días nos lanzan un interrogante: ¿Cómo podemos vencer nuestros miedos? Porque…
¿Tienes miedo a algo? ¿Qué es lo que te preocupa, lo que te hace temer? ¿Cómo
haces para vencerlos? Un alumno de cuarto de la ESO de nuestro cole, ha cortado
este vídeo que da una respuesta. Lo vemos juntos:
Para
comprender mejor…
Reflexión:
Don Bosco, el diablo y vencer el miedo
A veces lo que nos da
miedo, nos lo da simplemente por falta de conocimiento real de la cuestión en
sí, o bien porque nos faltan datos, o porque los interpretamos erróneamente o
porque es la primera vez que nos enfrentamos a ello. Si no “crecemos” como dice
el personaje del vídeo y nos atrevemos a enfrentarnos a ello, jamás seremos
capaces de vencer los miedos y siempre van a estar ahí. Don Bosco lo aprendió
bien joven, porque una noche de otoño, le pasó esto:
El
diablo en el desván
Una
noche de otoño, está Juanito con su madre en casa de los abuelos. Es la hora de
la cena. La numerosa familia está en derredor de la mesa, envuelta en una
oscuridad, apenas rota por la luz de un candil.
Cuando he aquí que se oye ruido
sobre el techo. Una, dos, tres veces. Miran todos hacia arriba, sin apenas
respirar. Una pausa silenciosa. Y de nuevo, en el desván, un rumor misterioso,
seguido de un ruido que se arrastra sobre el suelo despacio, poco a poco. Las
mujeres se santiguan, los niños se aprietan contra sus madres. Una vieja empieza a contar con palabras
circunspectas cómo, en tiempos pasados, se oían en el granero ruidos
prolongados, gemidos, gritos espantosos. “Era el diablo. Y ahora ha vuelto”,
murmuró santiguándose. Juan rompió el
silencio diciendo tranquilamente: Yo creo que es la una rata y no el diablo.
Le
hacen callar por inoportuno. Y mientras tanto, suena un batacazo, se oye lento
y quejumbroso arrastrarse. El desván de madera, a donde todos miran asustados,
es un largo sotechado que sirve de granero.
Juanito rompe de nuevo el silencio, brinca sobre una silla y dice: Vamos
a ver. Estás loco. Margarita, detenlo. ¡Con el diablo no se juega! Pero el
muchacho ya está en pie, toma una linterna, la enciende, agarra un palo.
Margarita le dice: ¿No sería mejor esperar hasta mañana? Mamá, ¿también usted
tiene miedo? No. Vamos a verlo juntos.
Suben
las escaleras de madera. Se les unen otros, alumbrando con linternas y
blandiendo palos. Empuja Juan la puerta del desván, levanta la linterna para
ver mejor. Y grita una mujer apurada: Allí, en aquel rincón... ¡mirad! Miran
todos: un cesto de mimbre, boca abajo, se tambalea, se mueve, avanza. Juan da
un paso adelante. ¡No! ¡Cuidado! ¡Es un cesto embrujado! Lo agarra Juan con una mano y lo tira al aire.
Una gallina gorda y desgreñada, allí prisionera, quién sabe desde cuánto
tiempo, salta fuera como una bala de fusil, cacareando.
En torno a Juan, ríen,
ahora, todos como locos. El diablo era una gallina. Se ve que el ligero cesto
estaba apoyado contra la pared en equilibrio inestable. Como quiera que,
metidos entre los mimbres, debieron quedar algunos granos de trigo, había ido
la gallina a picar y el cesto le cayó encima, dejándola prisionera. El pobre
animal cansado de estar dentro y hambriento buscaba la forma de salir,
arrastrando el cesto de un lado para otro, y el cesto iba golpeando otros
objetos del desván, provocando los batacazos y el lento arrastrarse por el
pavimento.
Oración
Ponemos el día en
manos de María y le pedimos fuerza para enfrentarnos a nuestros miedos. Dios te
salve, María...
María Auxiliadora de los
Cristianos...
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