24 de julio de 2015

Identidades...

 ¿Quién soy yo? 

 La vieja pregunta "¿quién soy?" se torna cada vez más compleja de responder en nuestro mundo... La identidad digital a veces es diferente de la identidad analógica... Más aún... ¿podemos hablar de identidad, o tenemos que hablar de identidades? 

Soy yo, pero ese yo tiene muchas identidades, identidades que se van gestando con experiencias integradas y que van dando complejidad a nuestra persona. 

Antes de empezar a reflexionar, quizá conviene detenernos a pensar qué es eso de "identidad". El DRAE nos ofrece un primer acercamiento que puede venirnos bien a la hora de conocer qué es eso de "identidad": 

identidad.
(Del b. lat. identĭtas, -ātis).
  1. f. Cualidad de idéntico.
  2. f. Conjunto de rasgos propios de un individuo o de una colectividad que los caracterizan frente a los demás.
  3. f. Conciencia que una persona tiene de ser ella misma y distinta a las demás.
  4. f. Hecho de ser alguien o algo el mismo que se supone o se busca.
  5. f. Mat. Igualdad algebraica que se verifica siempre, cualquiera que sea el valor de sus variables.

Nos quedamos con la tercera acepción: "Conciencia que una persona tiene de ser ella misma y distinta a las demás". Sinceramente esta identidad no es tan sencilla de definir. "¿Quién soy?" es una pregunta complicada. Es más fácil definir a qué me dedico, qué hago, o definirme en relación a mis ascendientes o desecendientes. 

Estoy convencido de que ese viejo diálogo entre lo inmutable y permanente (Parménides) y lo cambiante (Heráclito) está muy presente en el tema de la identidad. Hay algo que hace que al mirar una foto de hace años, seamos capaces de reconocernos y decir "yo soy este". Pero a la vez hay algo que hace ver que soy diferente. 

En este juego de permanencias y cambios entra la auténtica realidad de que en nosotros hay más de una identidad. Una de las identidades más fuertes está relacionada con el mundo laboral. Yo me identifico con mi profesión: soy médico, soy maestro, soy dependiente, soy camarero... 

Y normalmente esta es una de las identidades más fuertes porque se va labrando en años de preparación, estudio y experiencia. Esta identidad da mucha seguridad porque aprendo a identificarme con elementos cotidianos que me devuelven un feed-back positivo que da tranquilidad a mi ser. Además se hace consciente, porque en los años de preparación, uno va definiéndose en su profesión tomando consciencia poco a poco de quién es. 

Por eso esta crisis ha acarreado tantas dificultades. No tener trabajo, no es solamente una dificultad económica. Afecta directamente a una de las identidades fuertes de la persona que dan sentido a la vida, especialmente cuando profesión y vocación van de la mano. Cuando uno no tiene trabajo, pierde ocasión de seguir alimentando y dando cuerpo a una de sus identidades, quizá de las más potentes. Y viceversa: cuando alguien encuentra un trabajo que no solamente aporta lo económico, sino que además es donador de sentido, redunda en una identidad fuerte y segura que puede enfrentarse a la vida. Esas frases que se ponen en Internet, tienen más sentido del que parece: "encuentra un trabajo que te guste y no tendrás que trabajar". 

Pero hay otras identidades que se van labrando quizá de modo más inconsciente. Todos somos hijos, y es una identidad que por regla general no se trabaja de modo consciente salvo en ocasiones de pérdida, dificultad, o ausencia. Ser hijo, ser hija, es algo que viene de serie con nuestro nacimiento. Es una identidad que no se elige, viene dada y por tanto es una identidad de la que no solemos tomar consciencia. Esta identidad, no entra en el ámbito de la elección personal ni se trabaja conscientemente como se trabaja la profesional. Por eso mismo, ser hijo es algo que tiene un valor relativo a la hora de definirnos como persona. En la medida en que tomamos consciencia de nuestra identidad de hijo la ponemos en valor. Pero uno no puede definirse completamente por esta identidad. 

Otras identidades, como ser Padre, Madre o ser Pareja son elecciones que aunque deberían ser libres, en nuestra sociedad parece que vienen impuestas... "Hay que casarse" "hay que tener hijos" "hay que..." y eso lleva en muchas ocasiones a crisis claras porque la familia tradicional entra en crisis. La esperanza de vida ya no es de 60 años, hay mucha vida después de los 40, por ¿motivos laborales? las familias empiezan a formarse más tarde, cuando la vida está hecha y casi no da tiempo a tomar consciencia de la identidad de Padre/Madre porque la identidad laboral ocupa mucho espacio. 

Ocurren fenómenos curiosos... abuelos que recuperan su identidad de padres/madres (con todos los límites de la edad y formación), porque pasan ejerciendo como tales muchas tardes y vacaciones... hijos que tienen una confusión creciente entre su identidad de hijos y la de nietos y en muchas ocasiones no acaban de saber cuál es el límite... Se difuminan demasiado estas identiades por las demandas de nuestra sociedad. 

Estas identidades también hay que trabajarlas. Estas identidades también tienen que ser hechas conscientes... ¿o no? ¿Quién ha decidido que para poder "vivir bien" hay que tener dos sueldos, dos trabajos, o trabajos de jornadas imposibles? ¿Quién marca lo que es "vivir bien"? Seguramente rostros sin identidad... 

Porque hay otra identidad que parece que es la que se encargan de remarcar bien los medios de comunicación, la publicidad y la sociedad que es la de consumidor. Esta identidad también es muy potente porque el consumir es un valor en alza. No podemos olvidar que es una de las identidades que al no ser puesta de manifiesto tiende a hacerse con el control de nuestro ocio, de nuestro tiempo y lo que es más grave, de nuestro sentido de la vida. 

La identidad de consumidor, intenta ofrecer un horizonte de sentido a las personas. Trata de hacer ver que poseer el último móvil, el coche más llamativo o una segunda vivienda dan sentido a una vida en que la identidad se pone en el tener: "tanto tienes tanto vales"... y no hay mayor mentira. No es cuantificable lo que realmente tienes, no tienes solamente materialidades, es más, puedes perder lo material y conservar tu identidad. 

No sé... Son reflexiones que me hago cuando pienso en quien soy. No soy solamente una cosa, no soy solamente una identidad... Pero ¿cuántas identidades tengo? Esto me hace volver a dejarte como al principio, si has llegado hasta aquí, querido lector. Me hace volverte a lanzar la pregunta que aunque no tenga respuesta, va marcando el curso de nuestras vidas: ¿Quién eres? 

Que tengas un buen día, seas quien seas. 

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