25 de julio de 2016

Aprendizaje Cooperativo y Clase de Religión Católica

Cooperativo y Religión Católica
El Aprendizaje Cooperativo (AC) es una metodología activa que pone el acento en la interdependencia positiva en grupos heterogéneos que facilita un aprendizaje dinámico y atractivo para los alumnos y a la vez emocionante.

Fundamentos del Aprendizaje Cooperativo

El ser humano es un ser social por naturaleza. En las relaciones sociales se pueden dar relaciones de competencia o relaciones de cooperación. Cuando se da la cooperación, la especie humana se beneficia, crece y se desarrolla. Quizá se ha dado este tipo de aprendizaje cooperativo desde los comienzos de la humanidad, pero debemos a Spencer Kagan su estudio en profundidad y su propuesta en estructuras sencillas que permiten llevarlo a cabo como metodología activa (Kagan, 2003). Podemos decir que lo que caracteriza al aprendizaje cooperativo son básicamente estos principios (Johnson, Johnson y Holubec, 1999):
  • Interdependencia positiva: el alumno piensa que está ligado al grupo, que su trabajo beneficia a todo el grupo y a él mismo, que los logros no son individuales, sino colectivos, por lo que se potencia un esfuerzo colectivo e individual. Las metas, por lo tanto, no son individuales, sino que se busca el bien para el grupo. Siempre se obtiene que el trabajo cooperativo aporta más que la suma de las individualidades.
  • Interacción promotora: los miembros del grupo se explican mutuamente cómo mejorar y resolver los problemas y las actividades planteadas; cada componente anima al grupo y el grupo anima al miembro que lo necesite
  • Responsabilidad personal e individual: cada componente ha de saber que es imprescindible para el éxito del grupo y que ninguno de ellos puede dejar de realizar su parte si se quiere tener éxito grupal y personal. Cada uno destaca en un ámbito y todos tienen algo valioso que aportar al grupo. Es muy importante hacerlo ver así. Por eso, los grupos tienen que ser totalmente heterogéneos. Pero esto no solo debe ser un principio, sino que debe quedar constancia clara de las funciones de cada miembro del equipo. Por eso, existen unos roles que identifican la labor de cada miembro del grupo.
  • Habilidades cooperativas interpersonales y de grupo: para hacer efectivo y rentable el trabajo del grupo, se deben poseer y potenciar las habilidades sociales e interpersonales, partiendo de las posibilidades de cada uno, para superarse y favorecer al grupo y a sí mismo; todo esto se llega a desarrollar mediante el diálogo. La inteligencia interpersonal se ve fortalecida y desarrollada con este tipo de trabajo.
  • Procesamiento grupal o autoevaluación: el grupo de forma colectiva y cada uno de forma individual han de ser capaces de reflexionar de forma crítica y constructiva sobre su trabajo, para determinar si el proceso es válido y satisfactorio, o por el contrario, debe revisarse para no cometer los mismos errores. Se potencia de esta manera también la autoevaluación (personal) y la coevaluación (grupo de iguales) y no se da solamente peso a la heteroevaluación (del profesor).
En resumen, podemos afirmar que el AC, en cuanto a su definición, se caracteriza por una interdependencia positiva en un grupo heterogéneo. Generalmente formaremos grupos de alumnos heterogéneos, pues permiten a los alumnos beneficiarse de las distintas habilidades de cada de uno de sus componentes. La heterogeneidad dentro de los grupos favorece las relaciones en el grupo clase, separa a los grupos preexistentes con influencia negativa en el trabajo del aula y multiplica las oportunidades de enseñanza-aprendizaje, ya que cada componente de un grupo puede ejercer el doble rol de profesor-alumno varias veces en cada sesión (Fernández y López 2012).

La mayoría de los autores coincide en que el número óptimo de alumnos para formar los grupos debería ser cuatro, ya que existe suficiente diversidad; resulta más fácil la coordinación, existen suficientes miembros para distribuir los roles necesarios para el trabajo en equipo y pueden subdividirse en parejas de cara a la realización de actividades puntuales (Torrego, 2011).

Como se puede apreciar, estos criterios redundan en facilitar la inclusión de los alumnos con más dificultades, así como en una mejora en el desempeño de todos los alumnos en general. Estos principios, además, casan directamente con los del área de Religión Católica, que apuesta por la inclusión y la diversidad en el aula.  

Experiencia

A la hora de llevar a cabo una estructura cooperativa, conviene recordar lo que el mismo Spencer Kagan recomienda a los profesores:
«Empecé a decir a los profesores: “¡No hagáis una lección de aprendizaje cooperativo! Con las estructuras, podéis conseguir que el aprendizaje cooperativo forme parte de cualquier lección”. En lugar de reemplazar las lecciones tradicionales por otras de aprendizaje cooperativo, nuestra meta es impartir el contenido vía estructuras. No es un enfoque de reemplazo, sino un enfoque integrado». (Kagan, 2013: p. 7)
Lo que nos quiere decir que el AC es una metodología para aplicar en cualquier tipo de contenido. Nosotros ofrecemos una experiencia para explicar contenidos teóricos a los alumnos con el conocido Puzle de Aronson, una técnica cooperativa. Lo ideal es basarse en un contenido teórico. Puede ser usando un material elaborado por el propio maestro, fotocopiado. O bien tomar una unidad didáctica de los libros de Religión Católica y dividirla en cuatro partes que se entregarán a los alumnos de cada grupo siguiendo esta dinámica (Martínez y Gómez, 2010):  

Paso 1: Fase individual dentro del grupo base
  • El profesor reparte heterogéneamente los contenidos de la unidad.
  • Cada miembro del grupo prepara individualmente su parte.
  • Producto final: subrayado comprensivo del tema con palabras anotadas al margen.
  Paso 2: Fase de «Expertos»
  • En esta fase se juntan los alumnos que han trabajado personalmente los mismos contenidos.
  • Esta fase sirve para poner en común los elementos fundamentales del tema trabajado y ayuda a los alumnos a una mejor comprensión.
  • Producto final: es recomendable llegar a obtener un producto final que sirva de ayuda a cada alumno para la fase siguiente, que consistirá en presentar en grupo cada uno su parte. Puede ayudar por ejemplo un mapa mental.
  Paso 3: Grupo Base
  • En esta fase se trata de recomponer el «puzle» del conocimiento de la unidad. Cada alumno debe exponer su parte a los demás, de modo que entre todos sean capaces de elaborar elementos que les hagan comprender cada una de las partes del tema.
  • Producto final: es interesante que cada uno de los miembros del grupo pueda registrar lo que ha aprendido de la unidad didáctica, de manera que pueda haber una referencia del aprendizaje llevado a cabo.
 
Profesor de Religión Católica
 

Referencias

  • Kagan, S. (2003). Breve historia de las Estructuras Kagan. Kagan Online Magazine.
  • Johnson, D. W.; Jhonson, R. T. y Holubec, E. J. (1999). Los nuevos círculos del aprendizaje. La cooperación en el aula y la escuela. Buenos Aires: Aique.
  • Fernández, J. M. y López, E. (2012). «Una experiencia de puesta en práctica de aprendizaje cooperativo en el aula». En España, F. y Sepúlveda, M. B. (Eds.), Actas del XIV congreso de enseñanza y aprendizaje de las matemáticas: Diversidad y Matemáticas (pp. 38-35). Málaga: Sociedad Andaluza de Educación Matemática THALES.
  • Torrego, J. C. (2011). Alumnos con altas capacidades y aprendizaje cooperativo. Un modelo de respuesta educativa. Madrid: Fundación SM.
  • Martínez, J. y Gómez, F. (2010). La técnica puzle de Aronson: descripción y desarrollo. En Arnaiz, P.; Hurtado, Mª. D. y Soto, F. J. (Coords.). 25 Años de Integración Escolar en España: Tecnología e Inclusión en el ámbito educativo, laboral y comunitario. Murcia: Consejería de Educación, Formación y Empleo.

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