13 de octubre de 2014

"¿Por qué vives en la calle? Porque dejé los estudios..."

Mucho más que un desayuno compartido

Tengo la gran suerte de trabajar en un Colegio que ofrece actividades formativas que van más allá del horario escolar. Un colegio que apuesta por una educación integral que tiene un proyecto de educación en la solidaridad y que no se queda solame en lo académico. Este domingo he acompañado a mis alumnos a realizar la actividad que llamamos Desayuno Solidario. Os cuento un poco la crónica delo que tuve la suerte de vivir con mis alumnos y mis compañeros. 


Domingo, 12 de octubre, 10:00 de la mañana. Muchos adolescentes a estas horas suelen estar en la cama. Sin embargo un grupito está pasando frío con caras de emoción y sorpresa en el andén de la estación de Majadahonda. Y yo tengo la suerte de ser testigo de esta generosa entrega. 

Las caras sonrientes de las salesianas que nos acopañan y los profesores comprensivos, apaciguan ese nerviosismo respondiendo a las preguntas que se les ocurren. Han dejado su cama calentita y su casa para salir a encontrarse con personas que viven en la calle, personas que pasan hambre y frío. Durante el trayecto a la estación de Príncipe Pío, surgen risas nerviosas, preguntas sobre qué hacer cuando lleguemos y sobre todo emoción infinita de poder hacer algo por ayudar a los demás. El vagón del cercanías se llena de una música alegre compuesta por acordes de juveniles carcajadas que alegra las caras adustas de las personas que viajan a estas horas de la mañana en domingo. 

Al llegar, nos encaminamos a la salida y puestos en círculo, recordamos las normas para poder llevar a cabo esta actividad, que se resumen en respeto infinito. La directora, nos lee el Evangelio del día, que precisamente nos decía "Id ahora a los cruces de los caminos, y a todos los que encontréis, convidadlos a la boda", así que, como buenos hijos e hijas de Don Bosco y Maín, tras un Ave María, nos ponemos manos a la obra. 

Así nos encontramos con un lituano que lleva mucho tiempo sin encontrar esperanza, y el caldo caliente que le damos le ayuda a apaciguarse, aunque pregunta desesperado a Dios por qué se encuentra en esta situación. Las caras de los alumnos se enternecen y el corazón empieza a bombear latidos de comprensión. Soy profesor de Religión y Ética y la verdad es que me resulta difícil echar la culpa a Dios de lo que le ocurre, pero tampoco tengo palabras para poder apaciguar su dolor, así que uso el lenguaje universal del apretón de manos y la mirada de comprensión. No soluciona nada, pero le sirve para calmarse. 

Continuamos nuestro paseo y los nombres y las caras de alegría por encontrar algo caliente y mucha comprensión van dejando a los jóvenes una siembra de interrogantes, de ganas de cambiar el mundo y sobre todo de no juzgar, que hacen que en el sentir de los educadores se abra paso la esperanza de una sociedad más justa. Les miro, les observo y agradezco en voz queda estar ahí con ellos y con personas significativas en mi vida. 

Daniel y sus consejos: "No dejéis los estudios, yo lo hice y ahora estoy en la calle"; el búlgaro y su enrevesada y dolorosa situación familiar; el canario y su grito "no dejéis lo importante por atender lo urgente"; el italiano y sus ganas de encontrar trabajo; los encuentros con nigerianos, cameruneses y un chico de Sierra Leona que solamente nos entendían en inglés; todo ello amenizado por la peculiar banda sonora que pone Paco, el califa, con su cante hondo y su voz quebrada, hacen que estos alumnos aprendan lecciones que no se dan en la escuela. Hoy han aprendido lecciones de vida de las personas que aprenden en la calle a no perder un rayo de esperanza aún en las situaciones más difíciles. 

Adultos y adolescentes nos hemos ido tocados, llenos de emociones difíciles de atrapar en palabras, y sobre todo llenos de inquietudes por hacer de este mundo un lugar más humano. A veces me planteo que lo único que me separa de su situación es una nómina y una red familiar saneada. ¿Cómo es el proceso hasta llegar a esa situación? ¿Cómo contribuyo cuando no doy la cara por los alumnos que están a punto de abandonar los estudios? ¿Qué puedo hacer yo? 

Así concluye una experiencia de las buenas, de las que no te dan respuestas fáciles que te dejan satisfecho, de las que te lanzan interrogantes incómodos que trastocan tu día a día y te invitan a salir de tu zona de confort. Ahora a aterrizarlo en mis clases y en mi día a día, hasta la próxima aventura.

1 comentario:

  1. Tú y tu poder para emocionar a tus lectores... Ay Jesús! Qué gran verdad!

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